La eterna dicotomía entre el bien y el mal.
Cada uno de nosotros tiene sus propios preceptos de qué esta bien y qué está mal. Ahora, cuando nuestras acciones están en tela de juicio frente al tribunal de la sociedad ¿Qué hacemos?.
Si yo creo que algo está bien, pero estoy consciente que la sociedad no lo aprueba, ¿Qué hago?; me guío por mis instintos y me expongo, o lo hago igual pero me oculto, o sencillamente dejo de hacerlo ¿Cuál es la postura valida? Acaso, ¿Hay una más correcta que otra?.
Creo que es fácil decir que se haga lo que se quiere y se considere correcto sin importar nada más; sin embargo cuando esas acciones pueden generar consecuencias en contra del propio enunciado inicial; ¿Realmente vale la pena?...
Pienso que en ciertas ocasiones sí hay que tomar en cuenta ese juez que condiciona toda nuestra actividad civil como entes-parte de un colectivo.
El asunto es saber hasta qué punto dejarse influenciar por ese contexto, y tomar una postura ante esa delgada línea que separa el querer del deber.
Independientemente de cuál sea la decisión, tomémosla en primer lugar, sostengámosla y seamos felices con el resultado.